Existen varios factores que pueden llevar a una persona a ser obesa.
a.- La obesidad prematura, producida por causas familiares.
b.- La obesidad neurótica o de tensión, nacida de diferentes trastornos psicológicos.
c.- La obesidad gradual.
El mejor remedio contra la obesidad es tener bien presente los peligros que esta genera. Es cierto que resulta difícil abandonar la costumbre de comer excesivamente y puede poner a prueba nuestra fuerza de voluntad. Las personas gruesas a veces no comen más que las de peso normal, simplemente consumen alimentos suficientes para que los depósitos de grasa de su cuerpo, quizás formados hace mucho tiempo, no disminuyan.
Su primera labor, debe ser encontrar una buena dieta. Todos saben que se ha de disminuir el consumo de hidratos de carbono, pero eso no es suficiente. La dieta debe ser gradual, agradable al paladar, nutritiva, aceptable socialmente y sencilla. Tendríamos que acompañarla con algo de ejercicio físico moderado, pero que sea frecuente y regular, como pasear etc y de visitas regulares a un nutricionista, que compruebe los progresos realizados. A medida que la persona se acerca al peso normal, el adelgazamiento es más débil, pero la sensación de creciente energía y bienestar servirán de estímulo.
Al elegir una dieta tenemos que tener en cuenta que no se puede privar al cuerpo de los alimentos esenciales para su alimentación, especialmente las proteínas y el agua. Aunque ésta constituye un 60 o 70 por ciento del peso de nuestro cuerpo, no se debe olvidar que sin ella el organismo no podría realizar sus funciones vitales. El hombre puede vivir más tiempo sin comer que sin beber.
Los medicamentos o complementos pueden prestar cierta ayuda en el tratamiento de la obesidad, especialmente en combinación con una dieta apropiada. Algunos reducen el apetito, otros aceleran la quema de grasa y otros ayudan en la eliminación de líquidos por el organismo, pero siempre con la supervisión de un medico o nutricionista.
La actitud ante la obesidad ha variado a lo largo de los siglos. Han pasado muchos desde que los tipos gruesos causaban admiración.
Mientras que la gente continúe ignorando los peligros de la obesidad, ésta seguirá siendo un problema. Los habitantes de las ciudades de hoy comen como hace un siglo, pero hacen bastante menos ejercicio y por lo tanto consumen menos calorías. Por ello en los países desarrollados, la obesidad constituye una amenaza creciente, en cuanto se pasa de cierta edad.
Se da así el extraño, pero explicable, fenómeno de que, mientras en los países subdesarrollados y hambrientos se idealiza a la mujer gruesa, en nuestra sociedad occidental sobrealimentada se considera la silueta grácil y esbelta como supremo criterio de belleza femenina.
