¿Por qué engordan los europeos?

A Europa le sobran kilos. Las últimas estadísticas dicen que más del 50% de sus habitantes adultos tiene sobrepeso y que hasta un tercio de la población es obesa, por lo que está claro que el continente necesita ‘ponerse a plan’. Sin embargo, hasta la fecha, los especialistas no han dado con la estrategia adecuada para lograrlo.

Intentará dar con la clave el proyecto ‘Spotlight’, una iniciativa promovida por la Unión Europea que, con un presupuesto de 3,8 millones de euros y la colaboración de 13 centros de estudio, pretende definir qué condicionantes ambientales influyen en nuestro riesgo de obesidad y qué medidas son más útiles para frenarlo.

En primer lugar, esta investigación intentará crear un mapa que identifique claramente cuáles son los factores externos que más se relacionan con la obesidad. Para ello, se analizarán a fondo las características de 120 barrios de Reino Unido, Hungría, Francia y Holanda.

“Entre otras cosas se comprobará si hay espacios verdes, la existencia de parques infantiles, la estructura de la urbanización, etcétera; lo que permitirá establecer unos perfiles ambientales de la salud de las comunidades”, explica Gema Frühbeck, presidenta de la Sociedad Europea para el Estudio de la Obesidad, una de las instituciones que apoya la investigación.

De este modo, continúa, se arrojará más luz sobre los condicionantes físicos y sociales que determinan el comportamiento de la gente y se destaparán las distintas barreras con las que se encuentran a hora de mantener un estilo de vida saludable.

Estrategias

“Conocemos algunos datos, como que la obesidad es más prevalente en determinados estratos socioeconómicos, pero eso no es suficiente para explicar la epidemia que sufrimos y este trabajo pretende descubrirlos”, añade la también especialista de la Clínica Universidad de Navarra e investigadora del Centro de Investigación en Red sobre la Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn).

Por otro lado, el proyecto también analizará cuáles son las mejores oportunidades para frenar la expansión del sobrepeso. Los investigadores partirán de la hipótesis de que es necesario establecer estrategias multifactoriales de actuación, es decir, que aborden el problema desde varios flancos. “No sólo se trata de atender al sujeto de forma individual, sino de hacerlo también a través de la comunidad, de todo el entorno”, concluye Frühbeck.

Está previsto que los primeros resultados de la ambiciosa investigación lleguen en 2016.

Fuente : Cristina G. Lucio | Madrid El Mundo

Usted necesita dormir y sus células grasas también

Quizás tenga muy claro que si quiere perder peso es importante hacer ejercicio y tomar una dieta equilibrada, pero lo que podría sorprenderle es que la falta de sueño contribuye al exceso de peso. Sin un adecuado descanso, las células grasas responden peor a la insulina, lo que podría conducir al sobrepeso y diabetes. Eso es lo que concluye un pequeño estudio en el que se ha averiguado el mecanismo biológico que está detrás del vínculo obesidad y falta de sueño.

“Hemos encontrado que las células grasas [o adipocitos] necesitan ‘dormir’ para funcionar adecuadamente”, afirma Matthew Brady, profesor de medicina, vicepresidente del Comité de Metabolismo Molecular y Nutrición de la Universidad de Chicago y uno de los autores del estudio publicado en la revista ‘Annals of Internal Medicine’ y el primero de este tipo en mostrar la base molecular que vincula el sueño y la obesidad.

Aunque la grasa no cuenta con buena fama, tiene una importante función en el cuerpo humano. Las células de este tejido se encargan de almacenar de forma segura los lípidos (las moléculas grasas), pero cuando estas células dejan de responder a la insulina del organismo empiezan también a realizar peor su trabajo de almacenaje y los lípidos quedan en el torrente sanguíneo, lo que supone un estado previo a la diabetes tipo 2.

Diferentes estudios epidemiológicos han venido apuntando que aquellas personas que duermen mal tienen peor resistencia a la insulina y cuentan con un mayor sobrepeso. Sin embargo, hasta ahora no había ninguna investigación que mostrara la causa biológica de esa relación. Eso es lo que aporta este nuevo trabajo que, como crítica fundamental, se ha realizado sólo con siete voluntarios, jóvenes y sanos.

Para llevar a cabo su experimento, los voluntarios pasaron cuatro noches consecutivas durmiendo horas y media y otras cuatro noches en las que sólo pudieron dormir cuatro horas y media. La ingesta alimenticia fue estrictamente controlada y todos estuvieron bajo las mismas condiciones. También a los siete se les extrajo sangre, para realizarles un test de glucosa (que mide la sensibilidad a la insulina), y una biopsia, para extraer células grasas de su abdomen y analizarlas en el laboratorio.

Lo que se comprobó es que después de las cuatro noches en las que los voluntarios durmieron poco sus células grasas tenían una sensibilidad a la insulina un 30% menor, debido a que estas células realizaban peor la fosforilación (una reacción química) de una proteína denominada Akt, crucial para la respuesta a la insulina. Esta reducción (del 30%) es comparable a la diferencia que se da entre las células de una persona obesa y las de una persona delgada o la que se observa en las de una persona con diabetes y otra sin este trastorno.

Fortalezas y debilidades del estudio

“Los resultados apuntan a una mayor influencia del sueño sobre las funciones del cuerpo humano, incluidas el metabolismo, el tejido adiposo, la función cardiovascular y posiblemente más”, señalan Francesco Cappucio y Michelle Miller, médicos de la Universidad de Warwick, en Coventry, Reino Unido, y autores de un editorial que acompaña al estudio. “Estos datos respaldan la búsqueda de estrategias para contrarrestar todo lo que amenace la duración y la calidad del sueño como objetivo para mejorar la salud tanto de las personas como de la sociedad”.

Por su parte, Andreu Palou, catedrático de Bioquímica y Nutrición de la Universidad de las Islas Baleares y director del programa de biomarcadores del CIBEROBN, explica que este trabajo “es un estudio interesante, pues identifica unas alteraciones moleculares concretas que experimenta el organismo ante una limitación (severa) de las horas de sueño”.

No obstante, este experto apunta algunas de las limitaciones de la investigación como el reducido número de personas estudiadas y el poco tiempo de seguimiento, tan sólo de ocho días. “No sabemos si los efectos observados se mantendrían en un plazo más largo, que es lo más interesante para el tipo de alteraciones estudiadas, que son desordenes crónicos: Obesidad, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2. Otro aspecto crítico es que el estudio no parece controlar es el de la duración de los ciclos luz/oscuridad. Presumiblemente, los que estaban más horas despiertos también estaban expuestos a más horas de luz. Se sabe que ese tiempo de exposición a la luz afecta a parámetros metabólicos relacionados con los estudiados”.

“Desde luego, la idea es cada vez más concreta de que la falta de horas de sueño conlleva alteraciones metabólicas importantes que pueden afectar incluso al balance energético, la diabetes tipo 2 y la resistencia a la insulina. También dormir poco afecta al sistema cardiovascular, y conlleva además problemas neurológicos y gastrointestinales; pero es difícil hacer recomendaciones generales de horas de sueño, más allá de lo que cada uno perciba, ya que no todos necesitamos lo mismo, hay mucha variabilidad y lo que es suficiente para unos puede no serlo para otros”, concluye Palou.

Fuente: El Mundo Ángeles López | Madrid

Atún claro

El atún en conserva es un alimento nutritivo y saludable. Aporta proteinas (20%-24 %, tantas como la carne) de gran valor biológico, es poco graso (10%-12%) y no muy energético, unas 200 calorías cada cien gramos de producto escurrido.

Y posee, en proporción superior a la mayoría de pescados, grasas poliinsaturadas “ácidos omega 3″ a los que se atribuyen efectos beneficiosos ante ciertas enfermedades cardiovasculares.

Además, es buena fuente de minerales (destaca el yodo) y vitaminas (especialmente, la D). Mediante una técnica de determinación del ADN, el laboratorio comprobó la especie a que pertenece la materia prima de cada muestra. Una normativa que entró en vigor el 5 de junio de 2000 obliga a que las latas que se denominan “atún claro” contengan exclusivamente Thunnus albacares (conocido como yelowfin). Para latas elaboradas con otras especies (excepción hecha de las de bonito, claro está), se impone la denominación “atún” a secas.

Dentro de los túnidos, el mercado ofrece distintos tipos: bonito, atún claro y atún. Se considera al bonito como el de mejor calidad, seguido por el atún claro y, detrás de este, el atún. El precio sigue este mismo orden. El atún en conserva está compuesto por trozos de atún limpio y eviscerado, que se elabora a partir de atún fresco refrigerado con hielo o congelado a una temperatura de -18°C o aún menor. Se envasa en latas con líquido (en este caso, aceite) y se somete a un tratamiento térmico de esterilización que lo convierte en un producto microbiológicamente seguro y de larga duración.